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Antiguo 24-ene-2013     #1
Predeterminado Friedrich Holderlin...


Esta vez mi pensamiento exhibe la admiración hacia un hombre que quizás no pudo soportar las normas de un mundo despótico e insensible o, tal vez, debido a ser engendrado con un purísimo espíritu, su intelecto no tuvo con qué afirmar sus convicciones emocionales o morales. Sea como sea, su memoria, comprendida entre poemas y obras de exquisita sensibilidad, confirma el hecho de su figura universal en las artes de los tiempos venideros.

Friedrich Holderlin, que así se llamaba, nació en 1770, en Alemania, en el seno de una familia burguesa, aunque su infancia no pudo ser fácil debido a las repentinas muertes de su padre y de varios hermanos, aún en edad infante. Su vida avanzaría entre estudios de Teología, Filosofía o Literatura, en especial, con principal atención a los clásicos griegos, época a la que Holderlin se sentiría ligado el resto de su vida.

Ya licenciado, obvió la carrera evangélica (estudió en un seminario) y se emplearía como preceptor, trabajo éste que le reportaría dolores y penurias; sobre todo, cuando se enamora de una mujer casada a la que tiene que abandonar para siempre y a la que le dedicará muchos de sus escritos; entre los cuales está su inspiración de Diótima, en su novela Hiperión y su ideal de pureza, belleza y de amor imposible.

Tampoco tendría suerte con sus colegas de profesión; las celebridades intelectuales de la época, Goethe, Schieller,…no le fueron de ayuda a la hora de darle paso en su camino hacia el éxito o, mejor dicho, hacia el reconocimiento.

Las que sí nunca le abandonaron fueron sus crisis mentales o esquizofrenias que lo llevaron por un río de amargura y de locura, al fin. Estuvo internado durante ocho meses en un psiquiátrico de Tubinga, hasta que al final, le dejaron en casa de un ebanista, gran admirador de su obra Hiperión. Allí, en el ático, en su torre, pasaría Holderlin en estado de pacífica locura durante los últimos treinta y seis años de su vida.

No obstante, no dejó de escribir nunca, no podía ser pues que la parte más lúcida de su ser y por la cual se mantenía vivo, se apagara del todo. Su llama incandescente no le dejó de lado jamás y le guiaba en sus amados paseos por la naturaleza, a orillas del río Neckar, donde vivía. De cuando en cuando, le visitaban, algún amigo, muchos curiosos y cuando se le pedía que escribiese o dedicase un poema; él, con toda caballerosidad y nobleza, recitaba o anotaba en el papel aquellos versos espléndidos que brotaban de su alma y de su corazón como todo lo que brota en la naturaleza, de manera natural. Firmando siempre así “Humildemente, Scardanelli”. En su locura, se creía otro hombre, quizás para escapar de la nefasta realidad que lo envolvía.

Holderlin escribió una vez…”El hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona”. Estas palabras definen muy bien su vida en el sentido de que fue un Dios, ciertamente para mí, a través de su bendición literaria pero mendigó toda su vida por un lugar donde ser comprendido y amado.

Murió sólo, un día como cualquier otro, alejado del mundo cruel e insensato.

Aún recuerdo la primera vez que leí su obra Hiperión, llegué a ella después de haber leído Werther de Goethe y ya nunca me imaginé que alguna obra superaría a ésta como obra culmen del amor; empero, me equivocaba. Aquella lectura significaba a cada página una nueva exploración en el ser humano sensible, rebelde, romántico y en el amor en todas sus formas, como amistad, como admiración, como pasión. La he leído dos veces y la releeré siempre.

Otras obras, como La Muerte de Empédocles (inacabada), Los Poemas de la Locura (que se recopilaron de su estancia en Tubinga) o Las Grandes Elegías me ayudaron a situar esta figura humana como punto celestial en ese firmamento mío donde, afortunadamente, tengo muchas estrellas a las que mirar ensoñado.

Puede la brecha del tiempo
Ser insondable distancia,
Pero para los poetas
No significará nada.

Humildemente, Cypariso.
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Los siguientes 4 usuarios agradecen a Sotelino por este mensaje:
baduser (24-ene-2013), Francisco6812 (15-may-2013), opadrino (24-ene-2013), Tururojo (24-ene-2013)
Antiguo 24-ene-2013     #2
Predeterminado

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Los siguientes 3 usuarios agradecen a baduser por este mensaje:
opadrino (24-ene-2013), Sotelino (24-ene-2013), Tururojo (24-ene-2013)
Antiguo 24-ene-2013     #3
Predeterminado

Johann Christian Friedrich Hölderlin

La torre de Hölderlin en Tubinga, lugar en el que se le interno.


Según se desprende de una carta de Hölderlin en marzo de 1801 a su amigo Christian Landauer, el porpio Hölderlin era cada vez más consciente de sus problemas mentales, que ya desde su época de estudiante se le habían presentado en forma de depresiones. En invierno de ese año tuvo una fuerte crisis.

Hasta enero de 1802, cuando obtuvo un cargo en casa del cónsul de Hamburgo en Burdeos, trabajó ininterrumpidamente en su obra poética. Al aparecer los primeros síntomas de su enfermedad mental, en abril abandonó una vez más su puesto. Sinclair le comunicó por carta la muerte de Susette Gontard, el 22 de junio de 1803, su amor imposible (pues ella estaba ya casada)

Tras un período de gran violencia, su trastorno mental pareció remitir. Sinclair lo llevó de viaje a Ratisbona y Ulm y, a la vuelta, escribió El único y Patmos, dos de sus obras maestras. Por influencia de su amigo Sinclair, en 1804 obtuvo la plaza de bibliotecario de la corte, en el palacio del landgrave de los Homburg.

Como sus crisis mentales se hicieron cada vez más frecuentes (profería maldiciones como un poseso y andaba sin rumbo mientras hablaba consigo mismo), en 1806 Sinclair decidió deshacerse de él internándolo en una clínica psiquiátrica de Tubinga. Tras cuatro días de viaje, fue recibido por Ferdinand Autenrieth (1772-1835), el responsable médico de la clínica, que había alcanzado fama desde su apertura por los nuevos métodos terapéuticos empleados.

Hölderlin ingresó en la clínica el 14 ó 15 de septiembre de 1806 y estuvo internado 231 días. Sus síntomas eran una gran agitación motora, largos paseos sin rumbo, escasa orientación espacio-temporal, frecuentes accesos de ira y, sobre todo, una incontrolable e ininteligible verborrea (probablemente, indicativos de una esquizofrenia catatónica).

Tras ser declarado enfermo incurable, en mayo de 1807 fue puesto al cuidado de un ebanista de la misma ciudad, entusiasta de la lectura del Hiperión, quien lo acogió en su casa, haciéndose cargo de los gastos de manutención la madre del poeta. Allí permaneció hasta su muerte, en unas condiciones de locura pacífica que se prolongaron durante treinta y seis años.



Mi Sabiduria, abarca lo que una gota de Agua, en el Oceano del Conocimiento
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Los siguientes 2 usuarios agradecen a Tururojo por este mensaje:
Francisco6812 (15-may-2013), Sotelino (24-ene-2013)
Antiguo 06-may-2013     #4
Predeterminado

Magnifica información, gracias por compartirla.
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